El artista uruguayo será el docente de un nuevo encuentro del primer Ciclo de Formación Integral en Murga de estilo Uruguayo que se llevará a cabo este fin de semana.
Por primera vez se está realizando en Mar del Plata un ciclo de Formación Integral en Murga de estilo uruguayo, una disciplina que es, a la vez, muchas disciplinas, un género vivo y con numerosos matices, que tiene mucho para contar y saber.
Se trata de un espacio gratuito que se está llevando a cabo con el apoyo del Teatro Auditorium, el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires y el Colectivo de Gestión Vamo arriba, con el objetivo de aportar al crecimiento del género y motivar la participación y formación en miembros de la comunidad artística de Mar del Plata.
Tras los espacios de capacitación en maquillaje y vestuario, este fin de semana (sábado y domingo de 10 a 14 en la sala Lauretti del Puerto) llega el momento de sumergirse en el tema de la puesta en escena.
Para ello, los organizadores convocaron Emilio Castro Rojas quién desde la adolescencia está vinculado a proyectos de murga de estilo uruguayo, participando del Encuentro de Murga Joven de Montevideo y posteriormente en el carnaval oficial, en títulos como La Buchaca, La Cofradía y de forma más intensa por cuatro años de corrido en La Gran Muñeca, con una dinámica que implica cientos de ensayos y en el entorno de las 90 actuaciones a lo largo del mes y medio de carnaval (Tablados y Teatro de Verano).
La experiencia intensiva y directa del montaje de espectáculos murgueros cómo integrante del coro y colaborador en textos en algunos casos y puesta en escena lo arrima en Buenos Aires a una gran movida que adopta el género. Desde hace 6 años, reside en Buenos Aires.
El ciclo está destinado a músicos, bailarines, actores, compositores, maquilladores, vestuaristas, profesores de teatro, directores, técnicos de sonido e iluminación, coreógrafos, y otras especialidades que quieran sumar a su formación las temáticas que rondan a la murga estilo uruguayo.
Los encuentros son gratuitos con cupo limitado mediante inscripción previa por mail: auditoriumciclomurga@gmail.com o en el siguiente link:
https://forms.gle/E6nZYKgXvwgazKwy8
Antes de su llegada a Mar del Plata para este espacio de formación, Emilio Castro Rojas lleva a un viaje al interior del complejo y fascinante mundo de la murga, a través de esta charla con LA CAPITAL:
– ¿Cuáles son las claves a la hora de desarrollar la “puesta en escena” de un espectáculo de murga de estilo uruguayo?
– Me encantaría conocer certeramente esas claves, pero es un misterio (y eso lo vuelve un poco más apasionante).
De un tiempo a esta parte, me gusta (y me sirve) pensar la Puesta en escena como una instancia del montaje del espectáculo variada y compleja, con muchas capas, que van desde lo interpretativo, el movimiento y la administración de todo lo que “viste” a la murga (maquillaje, vestuario, escenografía, utilería). La administración general de estos elementos enriquece un espectáculo, le da potencia, lo ayuda a comunicar mejor. Pero este trabajo global se da solamente en algunas murgas que hacen ciertos procesos, que tienen cierta infraestructura. Allí es donde me gusta jugar a hacer una síntesis: si le saco la escenografía, el vestuario, la utilería y toda la parafernalia: ¿Qué es lo que siempre inevitablemente voy a tener en escena? Murguistas que cantan y hablan. Cuerpos en escena. Es la materia prima. Ordenar por dónde salen, por donde entran. Jugar con los planos. Interferir en cómo bailan. Trabajar sobre la interpretación desarmando una especie de cassette en el que murguistas entran a base de la repetición de texto y música.
En resumen, la Puesta es una especie de contorno final de un espectáculo, de orden para comunicar mejor. Mucha gente arriba de un escenario, mucho arreglo coral, mucho texto pueden llegar a constituir un caos que no comunica. La puesta ordena, “traduce”, ayuda a llevar el hilo, componiendo visualmente en relación la historia que se cuenta cantando y hablando.
– ¿Cuáles son los desafíos de lograr ese ensamble de disciplinas y grupos numerosos en el marco de un proceso, entiendo, colectivo?
– La murga tiene siempre una dimensión humana muy importante en sus procesos. Somos mucha gente involucrada en un espectáculo que lleva mucho trabajo. Convivencia feroz. Son muchos engranajes donde naturalmente o de forma planeada aparecen roles y se delegan ciertos procesos. El desafío es que cada unx pueda meter su respectiva cuchara y aportar desde su lugar y sus herramientas, aprovechando siempre lo que “le sale más fácil”. En ese fluir siempre hay un empuje muy grande. Hay algo en la pertenencia también, no es lo mismo subir a defender un espectáculo que se siente propio, con la carga emotiva de un proceso de trabajo grupal largo, a subir con una actitud de funcionario.
En lo creativo, la interacción de varias cabezas también implica un juego en ese vínculo. El aprendizaje de saber soltar lo individual, estar “en función de”. Desde el rol de Puesta en escena siempre tengo presente una frase “Hay que hacer una Puesta PARA el espectáculo, no por la Puesta en sí” (esto es transportable a todos los rubros)
– ¿Cuál es el momento en el que entra la definición de puesta en escena?
– El modo de operar es mayormente que “La Puesta” quede para el final. Esto tiene dos niveles, que llega a cerrar el proceso de armado de un espectáculo y lo segundo: que nunca hay tiempo suficiente (queja gremial). Anterior a la Puesta, inevitablemente hay un proceso muy largo y detallado de armado de arreglos corales, memorización de letra, pasada sin interpretación de textos hablados. Cuando el espectáculo gira de corrido y se sueltan las hojas del repertorio, se suele dar (ahí si) la instancia de montaje de Puesta, que puede ser un trabajo de indagación corporal profunda, pero en general, no es mucho más que hacer correr el espectáculo y detenerlo, dando indicaciones (“pongan cara de”, “miren todxs para allá”, “ustedes se van para atrás”, etc). Excepcionalmente (en Montevideo) hay un laburo más profundo de búsqueda, que llega a influir incluso en los textos. Es decir, ejercicios más “teatrales” construyen situaciones que luego sirven creativamente para construir una parte del espectáculo. Esto último lo he visto suceder más frecuentemente en otras latitudes donde el género se adopta. Por lo general, en proyectos así siempre se suma alguien con un bagaje por el lado de lo teatral u otras disciplinas y rompe así (súper enriquecedoramente) con la dinámica praxis total de la murga en Montevideo.
– ¿Qué rol juegan la iluminación, los vestuarios, el maquillaje en la puesta?
– Son más herramientas. Me gusta pensarlas como un lujo con el que no siempre contamos. Particularmente vestuario y maquillaje tienen una carga muy grande relacionada a la historia del género y eso no hay que olvidarlo, más allá de que soy hincha de murgas que visten de civil porque cantar hay que cantar siempre, más allá de infraestructura. El caso de la iluminación es un aspecto técnico muy de infraestructura que si la usas a favor es mágica. La luz hace que veas o no veas, y en un espectáculo tan visual como el de la murga, lo es todo. Pero las murgas debemos ser capaces de adaptarnos a un escenario sin luces como a un escenario que sí (en Montevideo hay tablados con tres micrófonos y luces fijas, y en el Teatro de Verano hay micrófonos individuales y técnica de luces enorme). Allí es donde siempre vuelvo a los cuerpos. Si diez murguistas giran abruptamente la vista y el cuerpo en dirección a un solista, de alguna forma “lo iluminan”, le dan protagonismo, el público entiende en qué lugar de ese escenario cargado se desarrolla la situación.
– ¿Cuál creés que es la importancia de espacios integrales de capacitación, específicos, para este género?
– Vengo de una ciudad donde la murga se hace, casi no se piensa. Los espacios de taller son relativamente pocos. Montevideo es la praxis total. El promedio de gente con conocimientos formales de aspectos técnicos (canto, artes escénicas) es bajo por murga. Es gente que se dedica a otras cosas y en carnaval es murguista. Se es murguista de consumo directo (el niño a los pies del tablado) y se es murguista de acción directa. De golpe sos un poco un payaso (y tu tragedia es risa del público) y de golpe improvisas (aceptas totalmente lo dado y lo transformás para devolverlo), construís un relato mímico sin haber leído nunca sobre pantomima, clown o improvisación. Creo que la adopción del género en otras latitudes, el respeto que gente con otros bagajes le tiene a la murga, los reparos de “si, pero murga es otra cosa” son un caldo de cultivo para esa indagación y curiosidad teórica y la demanda de formación. En mi caso, vivir durante cuatro años mitad del año en Bs.As donde resido, y mitad de año Montevideo para preparar carnaval en una murga me permitió estar en las dos puntas que menciono, los cientos de ensayos y actuaciones son la praxis y los espacios de talleres la teoría, o el intento de construirla. Es muy gracioso encontrarle nombre técnico a algo que haces en escena hace unos años sin tener idea de que existe formalmente, tiene nombre e historia.
– ¿Creés que el género se resignifica hoy, con los nuevos y variados conflictos sociales y políticos?
– Se resignifica y se adapta. Y también cae en la trampa. Los códigos mediáticos y de redes reformulan la clase de público que somos y eso automáticamente modifica la clase de murga que hacemos. La tensión de llevar a cabo un género de una raíz popular que en el siglo XXI se sube a grandes teatros del mundo, que cobra una entrada que determina automáticamente las clases sociales a las que les canta. El formato pide mensaje, pide bajada de línea, pero el efecto de ese mensaje lo determina cómo se comunica, si ese enlace entre “lo que quiero decir” y “a quien se lo quiero decir” cierra el circuito o no. Subir a decir mi mensaje para entenderlo yo solo, a priori no parece razonable.
Es complicada esa frontera, en seguida se la devora la lógica “rating”, porque con cerebros entrenados para ciertos mensajes (casi publicitarios) durante el año ¿cómo hacés para comunicar con un código totalmente diferente en carnaval? La inversión de valores de la fiesta tradicional se complica, porque el idioma es el de todo el año. En el objetivo de comunicar está esa tensión de poder terminar siendo una murga fácilmente vendible, viral.
Pero tiene algo mágico el género, es una ensalada perfecta, no puede fallar, cae pero no cae del todo en esas tentaciones mediáticas: es profunda y banal, denuncia afuera y se pone introspectiva, es de actualidad pero reflexiona sobre todos los tiempos, le canta a su territorio pero es universal, es un show con mensaje, un daga que se viste de show para hacerte bajar la guardia pero te clava un mensaje que te deja más despabilado al salir del ver el espectáculo. Tremenda herramienta, la murga.